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Libro de Lilian Duery: UN MOLLE QUE LA CIENCIA TIÑÓ DE LUZ

Solo narro en esta breve reseña mi realidad y, como tal, la mantengo sin entorpecerla con otras voces que la contaminen.  Es lo que viví, al lado de tantos investigadores que me quisieron, conocieron y reconocieron, algunos de ellos ya ausentes. La inicié, precisamente, como una forma de aquilatar la tristeza de la marcha del Humberto Maturana, ante la impotencia que no lo volvería a ver como él me prometió una vez que se diluyeran los riesgos de la pandemia.

Algunas amistades que me leyeron me animaron a seguir, apetitosas por interiorizase más de quienes hicieron nacer la Facultad de Ciencias cuando juntó en un mismo espacio y tiempo a quienes plasmaron su historia, todos grandes y, a la vez, sencillos personajes que, fortuna apreciable, también coincidió con mi presencia como alumna, algo intrépida, pero cómo no haberlo sido si ellos mismos me dieron alas pasa serlo, junto con empujarme hacia el periodismo científico.

Llegaron tantos recuerdos de esa época de luces que no fue sencillo constreñir todo y a todos  en esta especie de opúsculo que se convirtió para mí en una oportunidad de reconocimiento y agradecimiento que pude concretar por la innovadora editorial WePrint a cargo de Alfred East y su equipo que creyeron en mí y con la convicción acerca de la sensibilidad de tantos chilenos por aproximarse a este mundo desde donde emergieron con sus revoluciones intelectuales ese investigador y Francisco Varela, su discípulo y después colega. 

Mi conexión con cada uno de ellos en mi texto nunca se interrumpió y, por tal motivo, hago referencia de ellos fuera de la Facultad sin seguir un orden estrictamente cronológico que, por lo demás, sería aburrido. Como escritora de las dos columnas semanales del diario El Mercurio durante 15 años, “Ciencia y Tecnología” y “Medio Ambiente y Desarrollo”, seguí recurriendo a ellos para dar contexto exacto a las noticias, algo tan necesario hoy con tanto caudal de información, muchas veces con contenidos aparentemente novedosos cuando ya son añejos o falsos y perturbadores.

Menciono también a la CEPAL, porque no solo la visitaba de los inicios de mi carrera; sino que por el hecho de que allí mismo he recibido a mis queridos científicos, como el rector Ennio Vivaldi y Humberto Maturana. Además, porque este mi actual trabajo me sumerge en todos los avances tecnológicos que debo saber procesar, en particular por mi responsabilidad ante profesionales de primer nivel que la integran.

Toda esta historia se entreteje constantemente, con los mismos valores humanos, el mismo entusiasmo apasionado por la ciencia y el mismo compromiso por filtrarla en la sociedad como parte fundamental de la cultura actual y el mismo estímulo para que a través de la generación de nuevo conocimiento muy bien organizado podamos aspirar a un horizonte más promisorio y justo para este país.

Espero tener una amable acogida a este breve libro, destacando que no es en absoluto un compendio académico. Es una remembranza a científicos chilenos, encomiables para mí y para tantos otros en este país y más allá de nuestras fronteras.

 Lilian Duery A

Lilian Duery Asfura

Periodista y escritora científica que construyó su propia trayectoria profesional partiendo de su formación en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, la que complementó a través de numerosos científicos, profesionales de la prensa escrita y médicos que la fueron instruyendo por este camino que consagra con entusiasmo hasta el presente.

Desde sus inicios, incluso como alumna, la impulsó el valioso rol del quehacer de la ciencia de este país y como parte importante de la cultura de sus ciudadanos. Tiene más de 8.000 mil artículos y  notas periodísticas  a su haber, escritos en revistas (Creces, Orgyn, The Lancet y Al Damir) y en los diarios La Época y El Mercurio. Autora de “Avances del Conocimiento” (editorial Antártica, 1996) y la novela de ciencia ficción dura “La Marcha de las Anémonas” (2008, Editorial Espiral, España), junto con varios textos como editora, entre los que destacan su aporte del Cobre como bactericida y otros que resultaron galardonados.

Trabajó por 15 años en el diario El Mercurio, a cargo de dos columnas semanales, “Ciencia y Tecnología” y “Medioambiente y Desarrollo”,  cuyos méritos la hicieron acreedora del Premio Nacional de Periodismo Científico “Hernán Olguín”, instituido por primera vez en 1996 por el Laboratorio Chile, y el Premio Oxígeno, concedido por la Universidad de Santiago en 1993. Desde 2012 su labor comprende difundir el grueso conocimiento que produce la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de las Naciones Unidas, desde donde abarca las más amplias materias, incluyendo  el actual cambio climático de la Tierra que comenzó a comunicar con inquietud desde los años 90.

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