- Hace poco más de un mes nuestra querida Karen decidió jubilarse luego de trabajar durante doce años como asistente en Fundación Belén 2000. Los directores y su equipo la despidieron con todo el cariño que se merece por su comprometida labor en la fundación.
“Es una persona que, sin tener sangre Palestina, se la ha jugado trabajado doce años con nosotros, diez años conmigo en particular. Hemos tenido una confianza muy agradable, y no sólo me ha facilitado las cosas dentro de la fundación sino que ha sido una muy buena compañera de trabajo. Le deseo a Karen lo mejor en su vida y siempre tendrá las puertas abiertas porque es un ejemplo del tipo de personas que nosotros aspiramos a que trabajen dentro de la fundación. Le saco el sombrero por su compromiso, le tengo un cariño gigante y solo tengo que agradecerle todo lo que ha hecho por nosotros. Además, la Karen conoce gran parte de la historia de la Fundación porque hablaba con todas las personas. Con estas palabras, el gerente general de Belén 2000, Alexis Sfeir despidió a Karen Bergholz quien decidió jubilarse y emprender otros desafíos personales. Conversamos con ella y nos confesó cómo llegó a convertirse en una mujer con alma palestina.
- ¿Cómo llegaste a Fundación Belén 2000?
Llegue a la fundación hace doce años el 2009. Me contrató Valentina Giacaman y quien firmó mi contrato fue don José Said. Pensé que iba a estar un tiempo corto pero se fue prolongando, me gustó el tema y a pesar de que no soy árabe, estoy muy conectada desde siempre con la cultura, sus costumbres, salvo la comida porque no me gustan los aliños. - ¿Cómo fue relacionarse con la cultura y tradiciones árabes?
Para mí la cultura árabe no era desconocida porque había viajado a Medio Oriente a ver a mi hermana que trabajaba como enfermara allá. Estuve varios días en el Líbano, Siria y Jordania pero desgraciadamente no pude llegar a Palestina porque había un conflicto en ese momento y no te dejaban entrar. Ahí ya empieza esa conexión porque compartí con mucha gente que, aunque me hablaban en un idioma que no entendía, había un nexo más allá de las palabras. Entonces cuando me ofrecen este trabajo en la Fundación no era algo desconocido para mi. Poco a poco me fui interiorizando de los nombres, los apellidos, igual yo creo que nunca aprendí a pronunciarlos pero si a conocer a las personas cuando llamaban. Recuerdo a una señora que se llamaba María que siempre llamaba por su aportes y ella me hablaba de Palestina. A través de tantas conversaciones me fui interiorizando, conociendo y aprendiendo a querer a esta cultura. Eso fue lo que me hizo quedarme tantos años hasta que jubilé hace unos meses. Me transformé en una verdadera dueña de casa, preocupándome de mantener todo lo necesario para su funcionamiento. Me apoderé de ese rol y siempre me sentí como en mi casa porque así me lo permitieron. Sabía qué tomaba cada uno de los directores y el estacionamiento que le gustaba a cada uno. - ¿Cómo fue ese primer contacto con los directores de la fundación?
Ese primer directorio estaba súper nerviosa pero me di cuenta que, de inmediato, me consideraron parte de la fundación y de ahí en adelante todo fue muy fácil. Había mucho respeto, cordialidad y se formó una relación de cariño con ellos y su entorno. - En estos doce años, ¿cómo viste el crecimiento y consolidación de la fundación?
Después de Valentina Giacaman, llegó Alexis Sfeir y la fundación continuó con su consolidación, la división de las tareas y responsabilidades. No sé cómo ni cuando asumí la responsabilidad de vender las entradas del Maklube, que aprovecho de recordar que es este próximo 10 de noviembre. Llamaba a las personas, entusiasmándolas para que participaran y eso fueron durante varios años. Pero en este último tiempo todo fue más fácil porque venía este evento solidario y se motivaban a comprar sus entradas y participar. La gente ya sabe de la labor de la fundación y la quieren también. No hablo solamente los paisanos sino que de los chilenos que aprendieron a conocer a la fundación y valorar su trabajo. - ¿Qué destacas de Fundación Belén 2000?
La perseverancia y el amor por los niños es la base. La ayuda es integral porque los apoya en educación, salud y se preocupa de su felicidad como lo demuestran las distintas campañas, en especial la de Navidad. - ¿Cuáles son tus planes después de dejar la fundación?
Tengo una hija (Carla) y un nieto de 5 años que se llama Clemente. Ahora que no trabajo estoy disponible para él porque es una edad muy rica y necesitan a los abuelos. Somos cuatro hermanos, dos hombres y dos mujeres. Tengo muchos sobrinos a los que quiero mucho y me gusta pasar tiempo con ellos. Me gusta tejer y tengo mis gatos, el Otelo y la Ofelia, que me acompañan siempre y me encantan las plantas. Además, estoy trabajando todo lo que es crecimiento personal, en ancestrología, constelaciones y haciendo cursos. Estoy segura que algún ancestro árabe hay por ahí. Mi papá estuvo unos meses en Egipto y cuando volvió me dijo que creía que siempre había estado ahí, todo era familiar, era como su casa. Si el lo dijo, entonces algo hay y es bonito estudiarlo. Los voy a echar de menos a todos. Nuestras conversaciones temprano en la mañana con Alexis con un café donde hablábamos de todo y del trabajo. Pero siento que no me voy del todo, voy a seguir apoyando lo que necesiten porque soy parte de Fundación Belén 2000, no puedo cortar los lazos. Cuando uno quiere a las personas no puede cortar los lazos.