El anuncio de un cese al fuego en la Franja de Gaza, tras quince largos meses de genocidio, nos llena de profunda alegría y esperanza. Este alto al fuego no solo trae consigo la posibilidad de un respiro para millones de personas, sino también la oportunidad de mitigar las innumerables necesidades generadas por la devastación absoluta del sistema estructural y el daño emocional que ha marcado la vida de los palestinos en Gaza.
Sin embargo, debemos ser conscientes de que el camino hacia la reconstrucción será complejo y desafiante. Levantar edificios y restaurar infraestructura es apenas la punta del iceberg. La tarea más difícil será reconstruir las almas, corazones, seguridad y autoestima de quienes han sobrevivido al horror. Hablamos de seres humanos que, tras experimentar el dolor más profundo y el abandono de la comunidad internacional, necesitan algo más que ladrillos: necesitan justicia, apoyo y dignidad.
Pero mientras ponemos el foco en Gaza, no debemos olvidar a Cisjordania ocupada, una víctima silenciosa que también agoniza. La colonización progresiva por parte de Israel, mediante la construcción de carreteras, muros y la demolición de legítimas edificaciones palestinas, avanza bajo el radar mundial. Desde el 7 de octubre, con los ojos del mundo centrados en Gaza, la anexión ilegal de tierras en Cisjordania se ha intensificado. Este lento proceso de despojo, acompañado por una crisis económica sin precedentes y una industria turística devastada, profundiza el sufrimiento de un pueblo que resiste con una resiliencia admirable.
Ante esta realidad, surgen preguntas fundamentales. La primera: ¿es solo Palestina quien debe reconstruirse, o también el mundo y sus líderes deben replantearse su ética, moral y legalidad? ¿Hasta cuándo aceptaremos la violencia como un método “válido” para ejercer poder y cumplir agendas antihumanitarias?,¿existe la voluntad genuina de resolver de manera definitiva la cuestión palestina, o simplemente esperaremos a que otra guerra desvíe nuestra atención, dejando a los palestinos una vez más en el olvido?
Mientras reflexionamos sobre estas preguntas, miles de palestinos, entre bombas que siguen cayendo, celebran este aun teorico respiro momentáneo, los niños vuelven a sonreír, y Palestina, una vez más, nos da una lección magistral de resiliencia. Frente a esta resistencia ejemplar, el mundo tiene una deuda moral: no solo ser testigo, sino actuar para que esta tregua en este conflicto que lleva más de 76 años, sea el inicio de una paz duradera y justa.
Alexis Sfeir
Gerente General
Fundación Palestina Belén 2000