América Latina inicia el 2022 con un alto nivel de incertidumbre política. Si el 2019 fue el año de las protestas sociales, el 2020 fue el de la pandemia y las cuarentenas y el 2021, el de las vacunas y la recuperación económica. El actual será otro de “tiempos nublados”: mayores expectativas ciudadanas, pero sin una economía que la acompañe, alta inflación, volatilidad en los mercados e incertidumbre sobre las nuevas variantes del Covid-19.
Según el Fondo Monetario Internacional, las estimaciones del crecimiento del PIB regional para este serán de un tímido 3%, el más bajo a nivel mundial. De confirmarse las proyecciones 2022 y 2023, América latina y el Caribe cerrarían una nueva década perdida (2014-2023), con un crecimiento promedio inferior a 1%. A esto se suma el creciente riesgo político que no sólo significó una disminución de la llegada de los flujos de inversión extranjera en 2021, sino que también una masiva salida de capitales: 128 mil millones de dólares, según el Instituto de Finanzas Internacionales.
El reciente índice “Riesgo Político América Latina 2022” del Centro de Estudios Internacionales UC confirma este complejo escenario. Por orden de importancia, los riesgos políticos son liderados por (1) erosión de la calidad de la democracia; (2) cambio climático y escasez hídrica; (3) resurgimiento de las protestas sociales y violencia; (4) agravamiento de la crisis migratoria; 5) aumento de las economías ilícitas; 6) polarización política y noticias falsas; 7) caída de la inversión extranjera; 8) creciente irrelevancia regional; 9) incremento de los ciberdelitos; y 10) mayor presencia de China en la región.
En relación con el reporte 2021, se suman el cambio climático y los ataques cibernéticos como nuevos riesgos; la crisis migratoria sube dos puestos y se confirman tendencias como el deterioro de la calidad de la democracia, la falta de incentivos a la inversión extranjera, la irrelevancia de la región a nivel global y las complejidades de la mayor presencia China en sectores estratégicos.
El mapa político de América Latina también vivirá un momento crucial. Con el triunfo de Gabriel Boric en Chile y las próximas elecciones en Colombia y Brasil, donde las encuestas son lideradas por Gustavo Petro y Lula, respectivamente, las fuerzas de izquierda pueden terminar reconfigurando el panorama regional. De confirmarse la tendencia de voto de castigo a los oficialismos de turno (11 de 12 elecciones han cambiado de signo político desde 2019), la derecha vería reducida su presencia a tres países: Uruguay, Ecuador y Paraguay. Podríamos así tener una nueva marea rosa en la región, como hace dos décadas.
El clima político y la gobernabilidad se proyectan igualmente complejas. Habrá que estar pendiente de la grave crisis de Haití, la deriva autoritaria de El Salvador, el rumbo del nuevo gobierno izquierdista de Xiomara Castro en Honduras y el creciente deterioro democrático que afecta a Guatemala. Igualmente, la evolución de las dictaduras en Nicaragua, Cuba y Venezuela. En Ecuador, el gobierno de Guillermo Lasso ya ha comenzado a mostrar problemas de gobernabilidad, mientras que en Perú la presidencia de Pedro Castillo es inestable y enfrenta la amenaza permanente de una moción de vacancia. En México, hay que poner la lupa sobre la erosión democrática que vive el país de la mano de AMLO y los enfrentamientos de éste con la autoridad electoral (INE), órganos autónomos, jueces, medios y el sector eléctrico; en Argentina habrá que monitorear la frágil situación económica y las negociaciones con el FMI, mientras que en Chile será importante poner atención a las primeras señales del nuevo gobierno de Gabriel Boric y el futuro de la Convención Constitucional.
La gobernabilidad, el manejo de expectativas y los altos niveles de incertidumbre política plantean un desafío complejo para los gobernantes latinoamericanos. Dar respuesta positiva a estos “tiempos nublados” no será tarea fácil. Los mandatarios –en su mayoría con bajos niveles de popularidad y en minoría en los Congresos– tendrán que gobernar estos tiempos de alta complejidad, volatilidad y riesgo político.
Jorge Sahd K.
Centro de Estudios Internacionales UC