Hace veinte años, la familia Jadue Zaror vivó una pesadilla. Es la noche en que el sicópata de La Dehesa, más conocido como “El Tila” atacó a una familia completa. Y hoy la periodista a través de su libro cuenta cómo sobrevivió a esa noche y todo lo que vino en su vida.
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A sus 39 años, la periodista Carolina Jadue Zaror, casada y madre de dos hijas decidió plasmar y contar -en primera persona- a través de las páginas de “La Voz que escondí”, la noche en que El Tila, más conocido como “el psicópata de La Dehesa” atacó a su familia.
La noche del 5 de junio de 2002, el departamento ubicado en Camino El Huinganal, La Dehesa, fue asaltado por Roberto Martínez Vásquez, un delincuente de 26 años. Carolina sobrevivió a esa noche, estuvo al borde de la muerte y hoy nos comparte cómo ha salido adelante después del trauma que ella y su familia vivieron. Su relato da cuenta de su resiliencia y el apoyo que ha tenido todos estos años. Esta es su historia.
Cuando le preguntamos a Carolina cómo fue el momento en que decidió sentarse a escribir, nos comparte: “Fue un momento muy particular, sentada en mi terraza. Tenía mi celular en la mano. Dos días antes, había grabado una entrevista con una periodista colombiana, que tiene un espacio para hablar de temas de autosuperación, historias de vida que puedan servir de ayuda a otros y testimonios de resiliencia, entre otros. Decidí hacerlo desde el ímpetu de saber que mi historia podía servir de ejemplo para construir un final feliz, aun con una historia o un pasado que pese. En la calma de aquel domingo, sentada al aire libre, y recibiendo muchos mensajes de aliento para que este testimonio no quedara solo en eso, vi todo muy claro. Siempre tuve una especial predilección hacia la literatura, el buen manejo de las palabras y la redacción. Aquello me llevó a estudiar periodismo. Básicamente, tenía todas las bases para hacer de esta historia, un libro. Lo medité muy poco tiempo, un día quizá. Hable con mis hermanos y con mi padre. También es su historia y de no estar de acuerdo, hubiese desechado la idea. Sin embargo, me apoyaron con tanta fuerza, que lo vi como una señal más para seguir adelante”.
¿Cuánto tiempo te llevo llegar a ése momento?
R: Muy poco, quizá una semana. No soy de quedarme analizando las cosas mucho tiempo. Ya en ese momento, no hubo marcha atrás, ni grandes cuestionamientos. Confié en mi instinto, simplemente y en el hecho de que nunca es tarde para terminar de sanar una historia.
¿Cómo fue ése día, qué pasaba contigo en ese momento?
R: Fue en septiembre del año 2002, cuando empecé por escribir una estructura, para basar mi escritura en ella. Días antes había revisado los extractos de prensa que están en internet y me encontré con mucha información, muchas veces, mal contada, por no tener nuestra versión de los hechos. Refresqué mis estudios de periodismo con unos cursos de literatura, y comencé a esbozar un inicio, nudo y desenlace, con todo aquello que mis recuerdos me permitieron. Momentos claves, sensaciones y hechos que no se podían omitir. Así, llené un recuadro de diez páginas, sólo de estructura, sin detenerme a ahondar en nada. Ese fue el momento en el que fui consciente de que sí era una historia que valía la pena ser contada. Era mucha, mucha información.
Imagino que no fue fácil…
R: Los primeros momentos no fueron fáciles, escribía tiritando, con la sensación de tener el corazón en la mano. Me dolía recordar. Muchas veces me cuestioné si iba a ser capaz. Muchas noches me acosté con la angustia de haberme forzado a ir tan allá en mis recuerdos. Una de esas noches, dije: “no más, esto es muy difícil”. Sin embargo, a la mañana siguiente tuve la gran certeza de que iba a ser muy duro atravesar por ello, pero tan necesario al mismo tiempo. Nunca estuve sola, porque mi marido me apoyó desde el principio. Cada detalle, cada aprehensión, cada incertidumbre, la discutí con él.
¿Cómo fue terminar de escribir tu historia?
R: El final lo escribí con el corazón fuera de mi cuerpo, emocionada hasta las lágrimas. Primero por la conmoción de saber que ya el contrato con la editorial estaba firmado y que la reproducción de mi escrito era un hecho, solo faltaban un par de meses. Segundo, porque fui consciente de que había escrito un final feliz, tal como el que vivo. Que no sobreviví, sino que viví, tan consciente, plena y feliz. Entendí que estos veinte años fueron eso… vivir mi vida sin lamentos. Sin ninguna sensación de haber sido “víctima”.
SU VOZ INTERIOR
Hoy, la periodista Carolina Jadue Zaror vive en Colombia, está casada y es madre de dos niñitas. “Trabajé unos años en la Municipalidad de Lo Barnechea, hasta que fui mamá. Sinceramente, después de eso, no fui capaz de vislumbrarme en ningún otro escenario que no fuese estar para mi hija. Un tiempo después de que nació nuestra segunda hija, nos fuimos a vivir al campo y fue ahí cuando mis miedos se hicieron más latentes que nunca. Vivíamos en una casa grande, en campo abierto. Por más idílico que suene y de muchas maneras lo fue, la inseguridad que me acechaba por las noches era tenaz. La incomodidad de seguir ahí fue haciéndose cada vez más latente y sumado a que no se habían materializado los proyectos que nos habíamos planteado cuando salimos de Santiago, la opción de trasladarnos a Colombia fue tomando cada vez más fuerza. De alguna forma, siempre estuvo la intención de hacerlo. Desde la primera vez que vine a Medellín de vacaciones, me enamoré de esta ciudad. Aún con mucha nostalgia de dejar a mis hermanos y a mi papá, siempre sentí, muy en mi interior, que era la decisión correcta”, nos cuenta.
¿Cómo elegiste el nombre del libro, cuéntame un poco de eso?
R: No lo pensé hasta el final, como siempre he hecho con los reportajes que he escrito. Se me ocurrió un día, que estaba redactando mis notas de autora. Contaba que después de haberlo hablado mucho, de alguna forma, callé y escondí mi voz, en una especie de “No más, ya dije todo lo que tenía que decir”.
Si miras hacia atrás, ¿cómo dirías que ha sido el proceso de llegar a plasmar este libro?
R: Tremendamente sanador, sin haberlo dimensionado desde un principio. Nunca imaginé que el resultado final de escribir una historia, fuese tan enriquecedor. Para mí fue armar un rompecabezas que necesitaba entender…
¿Qué significado tiene para ti la palabra resiliencia?
R: La palabra resiliencia es lo que creo que ha definido mi vida, la de mis cuatro hermanos y la de mi papá. Es como hemos sobrellevado la vida. Siempre recuerdo que aun inmersos en las noches más oscuras del alma, le sacábamos una sonrisa a la situación y nos tomábamos de la mano con un silencioso “todo va a pasar”. Ése empuje, esa fuerza tan grande, el positivismo, ante todo, lo aprendimos con el amor que nos enseñaron nuestros padres a tenernos, ante todo.
¿Quiénes te han ayudado en estos años?
R: Mi familia. Y con familia me refiero también a mis amigas que estuvieron tan presentes siempre y me ayudaron a pasar los momentos más duros.
¿Cómo es tu vida en Colombia?, ¿te gustaría llegar a más lugares y personas con tu libro?
R: Es una vida como siempre la soñé. El instinto más grande que tuve fue siempre sentir que aquí en esta ciudad había un lugar para mí. Vivo encantada por el clima, el cielo tan azul y las tardes lluviosas sin frío. Deslumbrada por una ciudad de personas tan resilientes, siempre con la mejor sonrisa y con tanta amabilidad, ante todo. Hasta aquí traslado mentalmente a mi padre y a mis hermanos y nos imagino viviendo todos juntos. Quien sabe, la vida a veces nos sorprende. Y sí, quisiera participar de todo aquello con lo que, a través de este libro y mi experiencia, pueda ayudar a muchas personas a encontrar una esperanza de vida.
Cuando estas en Chile, ¿qué es lo que más te gusta hacer?
R: Estar con mi familia, no pido nada más. Ellos, de hecho, son la única razón por la que siempre voy a querer volver. Siempre.
¿Qué le dirías a quienes han vivido situaciones extremas, cómo pararse de nuevo frente a la vida?
R: Que para sanar no hay plazos. Sea cual sea el camino que se tome, siempre aferrarnos a que la vida son los instantes en las que sentimos el alma llena. Creo que estar al borde de la muerte te regala esa gratitud tan grande de pensar que la vida se puede ir en cualquier minuto y que aprovecharla y mirar hacia adelante, es lo más sensato que podemos hacer. Reírnos, disfrutarnos y abrazarnos siempre, con todos nuestros sentidos.
Por Paulina Latrach T.