¿Cuándo fue la última vez que escuchaste una canción que te hizo sonreír? ¿O viste una película que hizo que perdieras la noción del tiempo? ¿Hace cuanto tiempo visitaste una exposición que te conectó con algo que estabas viviendo en ese momento?
El arte, la poesía, la música, la arquitectura, el cine, la publicidad, el diseño, la artesanía, la literatura, las artes escénicas, etc., todas son diferentes formas de expresión artística que tienen un valor ilimitado, porque no sólo enriquecen a sus creadores, sino que además crean un impacto positivo en las personas que se ven expuestas a estas obras, sin importar la cantidad de veces que lo hagan, ni tampoco el paso del tiempo. El ejemplo más concreto son las obras de arte realizadas en siglos pasados, que siguen cautivándonos hasta la actualidad.
Pero cuando comparamos este enorme valor con las cifras económicas, algo no cuaja localmente. El promedio de la inversión en cultura de los países miembros de la OCDE equivale al 2,56% del presupuesto anual, pero Chile invierte solo un 0,36%, según cifras de la Unesco.
Está demostrado que los países más creativos y con más cultura son países más unidos y más felices, algo que Chile necesita de sobremanera. Además, toda la nueva economía se basa en la creatividad, en el sentir y en el alma, algo que, inevitablemente, se traduce en el arte.
En nuestro país contamos con excelentes representantes del mundo de la cultura. Tenemos músicos, cineastas, poetas, audiovisuales, pintores, cantantes, bailarines, diseñadores, artesanos y un sinfín de talentos que están creando material del alto valor, varios de ellos han sido reconocidos incluso en el extranjero, pero ¿Qué nos pasa que no incorporamos esta área dentro de la visión estratégica de crecimiento?
Esta es una realidad que debemos cambiar, partiendo por eliminar la falsa creencia de que los artistas que trabajan con el talento y creatividad están practicando un hobby. Lo que ellos están haciendo es ejercer una profesión, cuya expresión es capaz de cambiar las dinámicas con las que nos relacionamos, donde a través de la creatividad se genera crítica social y se representa un momento único de nuestra historia, donde se plasma la realidad social para generar conciencia en quienes podemos ver el arte en sus más diversas manifestaciones. También necesitamos entregar a las artes un valor económico acorde al mercado, para que su desarrollo no dependa únicamente de la caridad ni de los fondos públicos.
Mientras más personas se convenzan de la necesidad de este cambio en la industria cultural y tomen acciones concretas para ello, más rápida puede ser la transformación. Por eso muchos emprendedores y empresarios estamos participando en iniciativas como “Yo creo” que buscan potenciar la industria cultural a través de políticas públicas, de cambios culturales, de juntarnos todas las partes.
Un factor clave a considerar es la colaboración. Quizás el mayor problema que vivimos como sociedad es que el sistema tradicional nos enseñó a pensar en la competencia y el individualismo como pilares de crecimiento. Hoy la invitación es a dejar atrás este enfoque y pensar en el desarrollo basado en el trabajo colectivo, la creatividad, el respeto y el cariño. Qué mejor manera de aplicar estos conceptos que en el arte, que se disfruta aún más como una experiencia comunitaria. En este sentido, me parece obvio abrir la invitación a todas las personas amantes del arte, que son parte comunidad árabe y que tienen la misma convicción respecto a que esta es una industria que debemos desarrollar para se sumen y sean parte de esta iniciativa.
La cultura y el arte made in Chile pueden convertirse en la materia prima y en el elemento diferenciador que impulsará la economía local en el futuro. Pero para que esto ocurra, primero tenemos que CREER en el talento y la creatividad, y trabajar colaborativamente para fortalecer la industria creativa y fomentar su desarrollo.
Alejandra Mustakis, emprendedora