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Café árabe: Un tesoro de aromas y tradiciones

  • Tantas historias como las del origen del café, no existen. Tantos rituales alrededor de él, tampoco. Cada región del mundo tiene sus propias formas de honrar la magia y el aroma que emana de sus granos. Para la cultura árabe, servir el café en la taza o finjān, va mucho más allá de degustar una bebida. Es un verdadero acto de hospitalidad y generosidad. Un símbolo de acogida.

La historia del café árabe está entrelazada con leyendas fascinantes. De todas, la que más se acerca a la realidad es la de un pastor etíope Kaldi, que descubrió los efectos estimulantes de los granos de café, después de que sus cabras los consumieran y se volvieran más enérgicas. Al principio, nadie daba crédito de sus afirmaciones, pero poco a poco, la voz se fue corriendo. Primero como un secreto a voces. Más adelante, como un hecho fehaciente.

La historia que comenzó con el pastor etíope, se extendió a lo largo de la península arábiga, a través de viajes y caravanas comerciales. Así, el café fue ganando la fama que merecía, más allá de un simple energizante de cabras. Fascinando espacios y paladares con su aroma, que se impregnaba con sigilo en la identidad de las culturas. 

Con el pasar de los años y su cada vez más experta cosecha, manipulación y tostión, comenzaron los ritos alrededor del grano. Los árabes adoptaron los suyos propios. Algunos de ellos permanecen en el tiempo, resurgiendo de la necesidad de volver a un consumo consciente y de calidad.  Sin embargo, otros, se han perdido con el pasar de las décadas.

LA PREPARACIÓN DEL CAFÉ ÁRABE TRADICIONAL

En la cultura árabe, el consumo de café, sin duda, es un ritual que fomenta y exacerba los espacios sociales y la hospitalidad. Ofrecerlo a los invitados es una muestra tácita de acogida y una tradicional manera de dar la bienvenida y mostrar aprecio por la presencia de los acudientes.

Su preparación y consumo son rituales sociales que abrían el espacio para conversaciones íntimas de familia y amigos, mucho más allá de la cotidianeidad y rapidez con la que se consume hoy. De antaño, sentarse a degustar los aromas de los granos del cafetal, era una oportunidad para compartir historias, discutir asuntos importantes y fortalecer los lazos familiares, comunitarios y en torno a los negocios.

Por eso, tomarse el tiempo para prepararlo y disfrutarlo fue y es aún, en algunos hogares, una expresión de dedicación hacia los demás. Lejos de la instantaneidad con la que se consume hoy, la tradición de ceremoniar su preparación era una pausa en el día para compartir momentos significativos.

Hace menos de lo que se pueda imaginar, el momento más importante de los preparativos para degustar un café árabe, comenzaba con la selección de los granos, que luego se tostaban ligeramente en una sartén plana, antes de triturarlos en un mortero de cobre, con un mazo del mismo metal. Luego, el fuego hacía su magia, a la espera de que sus aromas revelaran su cocción.

Cuando la infusión estaba lista, se vertía en una cafetera para ofrecer a los invitados en tazas pequeñas. El primer servido, según las costumbres árabes, siempre debe ser el invitado más importante, o el más anciano. Además, las tazas sólo se llenan hasta un cuarto de su capacidad, con el fin de que los invitados puedan seguir degustando. También, la costumbre exige, tácitamente, que cada persona beba una taza por lo menos, pero no más de tres. Además, era importante que se preparara en presencia de los invitados.

De antaño, no era muy frecuente que fuera mezclado con azúcar, pues el dulzor de los dátiles y de los dulces árabes rebosantes de almíbar, contrarrestaban el amargor tan característico de los granos.

En los países árabes, los cafés tradicionales, conocidos como «gahwa», son lugares de encuentro social. Estos establecimientos suelen estar decorados con elegancia y ofrecen un ambiente relajado para conversar, jugar a las cartas o simplemente disfrutar del café. Los hombres suelen ser los visitantes habituales de los gahwas, mientras que las mujeres se reúnen en los hogares para compartir el café y las noticias del día.

Así las cosas, lejos de ser un energizante natural o una bebida para llevar, los árabes disfrutan ceremoniosamente su sabor, entendiendo que, lejos de ser la culminación de cualquier comida, es el alimento que invita al calor de hogar, a las reuniones íntimas y a las negociaciones importantes. Es degustar el amargor perfecto de sus granos, amalgamados con especias mediterráneas, que juntos, en combinación, son un elixir para el paladar.

Estos rituales se perpetraron durante cientos de años, traspasando de generación en generación, la trascendencia de su correcta preparación. Pocas son las familias que lo siguen haciendo de la forma en que sus ancestros lo preparaban. Aún menos las que enaltecen su preparación para ritualizar un momento del día. Sin embargo, hay una tendencia al alza, en busca de cafés de calidad, de buen tostión y de distintos orígenes.

Así nos lo cuenta Carlo Schriever Ruiz, fundador de “Café Solidario”. “En Chile, actualmente, hay una ola de caficultores y una tendencia in crescendo de un público que pide café de especialidad, que disfrutan alrededor de él, gracias también a grandes marcas que han hecho la diferencia”. Nos cuenta también que las cifras demuestran que cada día seremos un país más consumidor de café, sobre todo con las raíces árabes tan latentes en nuestro territorio, que no van a renunciar a un café bien elaborado. En 2021, Chile se convirtió en el importador número 55 de café en el mundo y fue el producto número 223 más importado del país.

LA LECTURA DEL CAFÉ

Al alero de todos los ritos que se le fueron otorgando a los granos del café, surgió una práctica tan mística como particular; el arte de interpretar los patrones de los posos del café. En nuestra cultura es conocida como “qira’at al-qahwa”. La particular lectura, se originó en el Medio Oriente y tiene raíces en la antigua cultura árabe. Se cree que comenzó a practicarse en Persia (la región que hoy en día es Irán) en el siglo IX. A medida que se extendió por la región, se volvió más común en países árabes y en otras áreas del Medio Oriente. El rito comenzaba con la preparación del café molido. En la cultura árabe, se utilizaba café árabe tradicional, de tostón fuerte. Se hervían los granos de café, previamente molidos, en agua y se servía en una taza pequeña, que no debe llenarse por completo.

Así, en un ritual muy enigmático, se invitaba a quien desease obtener una lectura, a beberlo con cuidado, de una manera lenta y consciente, en un estado de profunda introspección, tratando de conectar en el momento presente, soltando expectativas y prejuicios.

Una vez que la taza ya quedaba vacía, el lector o lectora de café, también conocido como «al-Fal«, la daba vuelta, con la intención de que los pozos quedasen en la parte inferior, adheridos a las paredes internas.

Luego del silencio implícito en la observación del lector y después de examinar los patrones, formas y símbolos que se formaban, se entregaba, de manera intuitiva y simbólica, unas reflexiones premonitorias. El lector buscaba imágenes o símbolos que puedan tener significados especiales y anhelados.

Rituales que se han perdido con el tiempo y que son cada vez más difíciles de encontrar. Muchos pueden deberse a diversos factores culturales, sociales y económicos, como la modernización y el ritmo de vida acelerado, el cambio en las dinámicas familiares y sociales, donde el hogar ha dejado de ser el núcleo primordial.

De todas formas, estos cambios no necesariamente indican una pérdida completa de la apreciación por el café árabe o sus rituales. En muchos lugares, las tradiciones tienen una notable capacidad de adaptación y resurgimiento. Algunas personas, incluso, pueden estar redescubriendo y reviviendo estos rituales en respuesta a esa misma globalización, valorando la conexión social y la pausa contemplativa que han ofrecido durante miles de años.

Por Carolina Jadue

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