- Luego del éxito de su debut “Quiero ser flaca y feliz” (2015), la sicóloga y escritora Karolina Lama vuelve a sorprender con un libro que aporta ejercicios y un método para mejorar nuestra relación con la comida.
“¿Por qué no puedo parar de comer?: Diario para sanar el hambre emocional” (2021, Penguin Random House), la sicóloga y autora de origen palestino, Karolina Lama, vuelve a sorprender con un enfoque profundo para entender cómo manejar la relación muchas veces adictiva que establecemos con la comida.
Más de 10 mil pacientes han pasado por sus grupos terapéuticos en el último septenio. Esta experiencia, sumada a sus prácticas individuales, la llevaron a comprender que para bajar de peso es necesario sumergirse en el mundo emocional y sus complejidades. “En el primer libro hice el ejercicio tratar las emociones más básicas, pero entendí que a pesar de que era efectivo, en la mayoría de los casos, se hace necesario meterse en las emociones complejas”, explica Karolina.
Su segundo libro es una bitácora, que aporta actividades concretas, para analizar la forma en que se come y qué conductas emocionales están asociadas a este acto. Está narrado hacia una lectora femenina, porque más de un 95% de sus pacientes son mujeres, pero también porque Karolina quería estar a tono con lo que exige la historia. Reconoce que fue una tarea difícil, tomando en cuenta la multiplicidad de voces como las provenientes de movimientos body positive y en pleno auge de aplicaciones como Instagram o Tik Tok.
En “¿Por qué no puedo parar de comer?”, Karolina afirma que “comer es una forma que hemos encontrado algunas personas para lidiar con la vida cuando esta se pone difícil”, a partir de esto desarrolla importantes temas como la orientación al logro, el fracaso y otros programas que obstaculizan el propósito de tener una dieta saludable.
“Tener una relación conflictiva con la comida involucra nuestra relación con los otros”, explica la autora que acaba de cumplir 43 años, y anima a quienes no tengan la oportunidad de participar en una de sus terapias, que lean el libro y realicen las actividades descritas ahí para cambiar el switch. “No hay que olvidar que hay un factor de salud, más allá del tema de la imagen. La obesidad es solo una parte del síndrome metabólico, que incluye el aumento de la insulina, entre otros aspectos. La persona no se muere de diabetes, pero su calidad de vida va desmejorando rápidamente”.
¿Por qué elegiste especializarte en trastornos alimentarios?
Viniendo de una familia árabe, aprendí que el amor se demostraba con comida. Luché contra el sobrepeso a los doce años. Luego, estudie teatro y durante una década trabajé en un industria donde la imagen imperante es la delgadez. Para lograrla, hice toda clase de tratamientos y estrategias, como tomar pastillas para adelgazar, hacer dietas extremas, usar diuréticos antes de una filmación, imitando a otras actrices. Nunca caí en esas prácticas de forma definitiva, pero hay muchas personas que si. Al estudiar psicología, entendí que eso también era un trastorno alimentario. Empecé a investigar trastornos no especificados. Hace poco, el trastorno por atracón y la endorexia (picoteo), fueron incluidos en los manuales diagnósticos. Mi tesis de magister se convirtió en el método que está en mi primer libro y que está actualizado y profundizado en el segundo.
¿De dónde crees que viene esa exigencia familiar palestina con la comida?
En general, en las colonias y por cierto en la nuestra, hay mucha tradición arraigada a la comida que también tiene que ver con una idea del sacrificio por el otro. Entregar amor a través de la comida es algo que viene instaurado en culturas donde hubo escasez. Por otro lado, estamos viviendo en una sociedad donde la publicidad te dice que ser feliz es comer alimentos ultra procesados. A esto se suma que el ingerir azúcar genera dopamina y la grasa cortisol, que relaja y sube el ánimo, por eso es tan difícil de dejar de comer.
Cristina Correa Siade