Durante 50 años marcó una tradición y nunca quiso revelar el por qué disfrutaba y organizaba los famosos asados para los turistas y habitantes del balneario de Tongoy. Fue un destacado deportista que logró records nacionales e internacionales, de los cuales destaca el récord Panamericano en Río de Janeiro nada menos que en el Maracaná.
Espir Aguad Abusada, chileno e hijo de inmigrantes palestinos que llegaron a Salamanca. Estaba casado con Mireya Dagach, fue uno de los jugadores más longevos de la historia del póker nacional y falleció -el domingo 06 de febrero- a los 92 años a causa de una insuficiencia renal. El empresario textil y multicampeón sudamericano de natación compartió en las mesas de póker hasta el final de sus días junto a sus amigos, con quienes vibraba cada vez que jugaba una mano y recolectaba sus fichas.
Su hijo Fernando define a su papá como “un hombre fuerte, carismático… Siempre fue asi, cuando yo tenía como 22 años me dijo que me hiciera cargo de la empresa. Le gustaba la natación, disfrutar de su familia, de sus nietos y bisnietos. Y aunque le tocó enfrentar la muerte de tres hijos, siempre se levantó. Sé que lo van a recordar como un gran hombre, que más allá de sus éxitos comerciales y éxitos en el deporte, fue un hombre muy generoso”.
Además, comparte: “Mi padre era un hombre muy apasionado, perseverante y con una resiliencia impresionante. Sus pasiones más importantes fueron, su amor y fe en Dios, su familia, su trabajo, ayudar al prójimo, sus caballos y la natación. Nos inculcó valores y principios que nos forjaron como personas de bien. Siempre me decía que hay una sola cosa que el hombre no puede comprar, eso era su nombre. Eso lo ayudó mucho, al llegar a este país desde Arequipa, se dedicó a la distribución de telas, en Chile de los años 60’ el sector textil era un motor de desarrollo y generación de empleo. Las industrias más relevantes estaban en manos de inmigrantes Palestinos y las familias más connotadas de nuestra comunidad eran de esa industria. Mi padre logró tener el apoyo de todos ellos y fue un eterno agradecido de las familias Sumar, Yarur y Garib. Ellos fueron los primeros en apoyarlo, logró forjar vínculos con muchos otros empresarios y tuvo una relación de cariño muy especial con José Said”.
«A mediados de los años ‘80 fue parte de las Diez Mezquitas, que lideradas por Carlos Abumohor y Álvaro Saieh, se presentaron a la licitación de Banco Osorno con éxito y luego se lo vendieron al Banco Santander. Además de lo laboral, tuvo logros importantes en sus pasatiempos como los caballos y la natación que lo hacían sentir muy orgulloso», nos cuenta su hijo Fernando.
Junto a su familia siempre les gustó el balneario de la Cuarta Región y de ahí su amor por esa playa donde el atardecer es maravilloso. Era el verano del ’62 cuando se instalaron con carpas en la playa grande de Tongoy para vacacionar. Y bueno con los años, se convirtió en una celebridad. “Estábamos casi solos, había carpas, algunos hippies como se llamaban en ese tiempo y mi papá con esa personalidad generosa y sociable, finalmente terminaban todos comiendo en nuestra carpa. Me acuerdo que un día hicimos un asado y en la noche tocaron guitarra y yo creo que de ahí nace esto. Nos enamoramos de Tongoy en ese año y de ahí en adelante siguió haciéndolo. A mi papá le gustaba ser así, con sus misterios, con sus cosas medias mágicas”, rememora Fernando.
SU HISTORIA FAMILIAR
Espir Aguad Abusada estudió la primaria en una escuela fiscal. Desde chico su mamá lo mandaba a vender pantalones, camisas y jabones a los obreros en las haciendas de caña de azúcar. A los 14 emigró con su familia a Arequipa, Perú. Allí abrieron una tienda de ropa y salía a vender mercadería desde los 15 y a los 17 años iba en una camioneta a vender a todos los pueblos chicos sus productos. Cuentan que en Perú cambiaba ropa por pepitas de oro. Entró a estudiar Medicina en la Universidad de San Agustín, en Arequipa y se consiguió una beca para ir a EE.UU., a la Universidad Davis de West Virginia. Cabe destacar que ya era campeón de saltos ornamentales y barras en Perú. Tuvo la suerte de conocer el actor de Hollywood Burt Lancaster (El Gatopardo) y logró entrenar con él. Luego se trasladó a la Universidad de Columbia donde estuvo 2 años, pero el dinero no le alcanzó por lo que tuvo que volver a Perú. En tanto, sus hermanos se fueron a expandir el negocio textil a Lima y Espir se quedó a cargo de la fábrica de confecciones que inauguró la familia en Arequipa, donde les hacían los uniformes a los estudiantes y a los militares. Así comenzó su fortuna.
Aguad lo perdió casi todo producto del terremoto de Arequipa. Llegó a Santiago sin hogar ni bienes. Arrendó una casa de adobe en la calle Manuel de Salas, en la comuna de Ñuñoa. En una entrevista al diario La Tercera contó: «Empecé a comprar telas y luego a venderlas al por mayor. Ofrecía comprar mercadería a un precio bajo y me llevaba todo lo que había en una bodega. Luego vendía las telas a los comerciantes de todo Chile. Compraba a $1.000 y las vendía a $ 3000».
EL MISTERIO DE LOS 50 AÑOS DE SUS ASADOS
Sobre el origen de esta tradición, su hijo Fernando contó que su padre nunca quiso revelar la razón del por qué comenzó a organizarlos. Fueron nada menos que 50 años donde marcó una tradición en Tongoy y le encantaba organizarlos. Desde 1958 realizaba este masivo asado para todos los vecinos y visitantes en el sector de Playa Grande. “Hace años que hice esta promesa… muchos me han preguntado en qué consiste la promesa, pero no puedo decirlo. Cuando muera, mi familia sabrá continuar con esto”, contó en vida el propio Aguad. Era su manera de expresar su gratitud, lo que incluso le valió la categoría de celebridad en el balneario. Además, como un acto de generosidad durante décadas ayudó a muchos habitantes de la comuna puerto, especialmente tras el tsunami del 2015.
“La mejor muestra de su generosidad fue para el tsunami, porque llegó en silencio para ayudar a muchos e incluso en esa Navidad se preocupó de un jardín infantil para darle sonrisas a los niños, cuyos padres lo habían pasado mal y habían perdido sus cosas”, relató su amigo Raúl Sanders, presidente de la Cámara de Comercio y Turismo de esa localidad.
Tras enterarse de su fallecimiento contó a los medios que lo conoció cuando atendía un carrito de alimentos, donde Aguad llegaba a tomar desayuno. “Nosotros partimos hace 30 años con un stand de empanadas al comienzo de la Playa Grande y él venía a tomar desayuno. Año a año se fue creando un lazo de amistad, primero fue nuestro cliente y después nuestro amigo. Para nosotros fue un miembro más de nuestra comunidad, siempre estuvo dispuesto a ayudar a quien lo necesitó, este balneario llevará la insignia de Espir Aguad y, en el 2019, fue nombrado Hijo Ilustre de la comuna de Coquimbo”, contó Sanders a la prensa local.
Año tras año fue creciendo la iniciativa hasta convertirse en toda una tradición. La misión era titánica, llevaba siete parrillas hasta la playa, 300 kilos de carne, 200 kilos de longanizas, 180 kilos de pan y unas 3.000 bebidas, las cuales estaban destinadas para miles de personas, que con gusto esperaban su turno para recibir este regalo. Y eso lo hacía muy feliz. Los eventos era los días 2, 5 o 4 de febrero, le gustaban las fechas pares, de hecho, forjó varios lazos con los dueños de los restoranes de la caleta de Tongoy.
SU PASION DEPORTIVA
Tal como dice el refrán: “como pez en el agua”. Así se sentía el empresario Espir Aguad cuando practicaba su deporte favorito, nadar en una de las piscinas de la Hacienda Santa Martina o en el club de golf. A veces, incluso señaló abiertamente su descontento, porque nunca tomaron en cuenta sus logros deportivos. Fue campeón sudamericano senior de natación en distintos años y recordista panamericano en la prueba de 800 metros libres, hito que logró en Río de Janeiro en 2012. Ostentó nada menos que 141 preseas doradas, 200 plateadas y otras 200 de bronce. Destacó en las pruebas de 50, 100, 200, 400, 800 y 1.500 metros libres por 20 años consecutivos, en todas las categorías, que van desde los 70 a los 89 años. De hecho, tuvo la ocasión de reunirse en Chile con el nadador olímpico Michael Phelps y el «tiburón de Baltimore» le regaló una polera con su autógrafo, que fue atesorada por el empresario en su hogar.
Finalmente, cuando le consultamos a su hijo Fernando cómo definiría el legado de su padre nos compartió: “dejó una huella en su paso por este mundo y eso es lo que vale, marcó a mucha gente y ayudó a muchos también, ese es su gran legado”. Y agrega que “se fue en paz, en su casa rodeado de toda su familia, nos deja un legado muy grande. Las últimas conversaciones que tuvimos yo le decía que más importante que el éxito en los negocios o en el deporte, era la huella que deja en este mundo. Cada vez que llegaba alguien que no era de la familia a despedirse, a agradecerle y a decirle cómo lo había ayudado se sentía pleno. A pesar de haber tenido una vida muy dura, logró sobreponerse llevando su pena en el alma la que no le impidió vivir y sobre todo soñar”.
Por Paulina Latrach Toro.