Este 2022 se inicia con augurios de recesión, dificultad para lograr consensos en lo político, necesidad de avanzar hacia una consolidación fiscal y aún lidiando con la pandemia en lo sanitario. Una nueva administración a cargo de Gabriel Boric y un nuevo congreso se hacen cargo de todos esos desafíos, con un país fragmentado en lo político, y con votantes expectantes a que los cambios ocurran en paz. En paralelo, la Convención Constituyente inicia el camino al área chica en la redacción de la constitución. La incertidumbre definitivamente será el concepto más citado este 2022.
Déjenme darles algunas luces para calmar la natural ansiedad que genera la incertidumbre. No todo parece tan oscuro y difuso. En lo fiscal, efectivamente no se tienen holguras para continuar con ayudas, a menos que se sacrifique una creíble consolidación fiscal hacia déficit sostenibles. Sin embargo, el presupuesto aprobado por el congreso, que contempla una caída del gasto público de 22%, contiene algunas válvulas de ajuste que podrían permitir reasignaciones hacia ayudas, esta vez, focalizadas hacia los que realmente lo necesiten.
Este 2022, esperaremos ansiosos la presentación de una robusta y consensuada reforma tributaria, que permita financiar las demandas sociales en pensiones, educación y salud, pero evite colocar en jaque la competitividad del sector minero o coloque lomos de toro a la inversión. Una tarea nada fácil si consideramos que se quiere recaudar más sin afectar a la clase media o la PYME. El equilibrio de las fuerzas políticas en el congreso siembra alguna esperanza de buen juicio.
Los primeros meses del 2022 serán aun de dinamismo del consumo e inversión. Lo mejor del PIB se verá el primer semestre. La liquidez que tienen las familias en sus cuentas personales supera los 6 puntos porcentuales del PIB y, adicionalmente, se observa una robusta recuperación del empleo. Será la segunda parte del año donde se encontrará el mayor desafío y la necesidad de convicciones en lo macroeconómico pero más importante, en lo político. Un presupuesto fiscal austero pero populismo aún presente en algunos parlamentarios, pueden llevar a deterioros adicionales en la profundidad del mercado de capitales lo que terminaría golpeando (nuevamente) el bolsillo de la clase media emergente. Ojalá que para esa fecha se haya cerrado ya la reforma de pensiones de manera de evitar utilizaciones políticas de los fondos previsionales, con un ambiente más competitivo y de libre elección.
La Constituyente es, sin lugar a dudas, el evento político del 2022 con implicancias no menores en lo macroeconómico. Sostendremos un plebiscito a mediados del año que no tiene garantizada la aprobación. No basta con endosar el apoyo del gobierno, pues sabemos que para ya pasados los primeros 100 días, la aprobación de los gobiernos comienza rápidamente a retroceder. La Constituyente no cuenta con apoyo mayoritario, y los 3,6 millones de votos que logró José Antonio Kast pueden volcarse al rechazo, poniendo en jaque el escenario reformista y, con ello, cambiando los focos de la incertidumbre.
Para aquellos que esperan apreciaciones del peso, los llamo a tener paciencia por un buen tiempo. El déficit de cuenta corriente producto del alto nivel de consumo privado requiere que la moneda permanezca depreciada sobre sus niveles históricos un tiempo prolongado. Aún con buenas señales desde la arena política, el peso tiene varios trimestres antes de apreciarse hacia niveles de largo plazo. Sólo si el cobre nos entrega sorpresas positivas, algo que cada día toma más fuerza, y se empina marcadamente sobre sus mayores precios históricos, podríamos conversar de un tipo de cambio bajo $800.
Jorge Selaive
Economista Jefe Scotiabank